martes, 13 de diciembre de 2016

CUERPO

Alterando el sentido de la evolución que lleva siempre la eficiencia como baluarte, un homínido ungido con las capacidades para convertirse en hombre decide transgredir las leyes más elementales de la estática y se yergue sobre sus dos patas traseras como primer acto de rebeldía a su constitución biológica. Tamaño desafío no podría ser producto de la progresión de un orden exclusivamente orgánico, fuerzas de otra naturaleza, en estado latente, se manifiestan a través de alteraciones físicas para poder finalmente revelar la verdadera esencia del ser humano.

David, Gian Lorenzo Bernini (1598-1680)

Esta revelación no es fácil. El hombre no posee certezas, son sólo indicios internos que pugnan por descifrar su enigma. Estos deben necesariamente volcarse al exterior en un intento de completarse a través de un discurso coherente. Al hombre le hace falta un universo para poder espejarse en él y dispone de un cuerpo para hacerlo.

Nada más alejado entonces de la realidad que relegar nuestra constitución físicas a los estratos de cualquier animal biológico. El cuerpo humano expresa su constitución incluyendo la inmaterial, y si bien límite es también vínculo; es el puente encarnado a través del cual adquirimos nuestra personalidad, tomamos conciencia de ella y la relacionamos con la idea que tenemos del cosmos. Dicen algunos que el cuerpo es el mejor reflejo de nuestra alma, y dicen bien.

Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni, Gian Lorenzo Bernini (1598-1680)

   El hombre erguido refleja su condición. La refleja desde el momento en que liberando sus extremidades delanteras de la prosaica función de soporte, las encumbra como instrumentos creadores. La refleja, también, cuando elevando su cabeza a un pedestal otea el contexto de manera panorámica y multidireccional. El hombre erguido concentra su anatomía en una escaza área sobre el suelo, descubriéndose centro de su propio cosmos y al quedar expuestos todos sus miembros estos adquieren la sensibilidad que brinda el contacto con la atmósfera en clara diferencia con la anterior abrasión terrestre.

Rapto de Proserpina, Gian Lorenzo Bernini ( 1598-1680)

Y así como su verticalidad resulta condición para sus intentos trascendentales exigidos por su mente y alma, contradictoriamente esa posición acrecienta su vulnerabilidad corporal, la cual expuesta sin mediación alguna deviene en presa fácil de enemigos y de la intemperie. El hombre se reconoce entonces como menos apto que el resto de las especies con las que convive para confrontar con el medio anteponiendo solamente su cuerpo desnudo. El hombre en ese estado se angustia y a la par va construyendo una atmósfera de expectación que lo circunda como primera envolvente mediadora inmaterial.


Puede entenderse entonces a la arquitectura como materialización de sus angustias y expectativas con el fin de procurar cobijo a su ser complejo, no pudiendo ser otro el resultado que la proyección del yo material e inmaterial a través de sus formas y espacios. Operación compleja resulta sin duda el acto de conciliar angustias y expectativas de diversa naturaleza que en ciertos momentos reclaman autonomía  en otros se traslapan y complementan. Así, la arquitectura es finalmente el resultado de un cuerpo que sabe de límites, una mente que los transgrede y un alma que aspira a lo eterno. 

Baldaquino en la basílica de San Pedro, Gian  Lorenzo Bernini (1598-1680)


2 comentarios:

  1. Muy interesante comentario y punto de vista hacia la arquitectura, me gustó bastante, felicitaciones Gonzalito!

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